La Gobernación de Casanare dispone de 302 rutas escolares entre ellas 14 por río
Por Wilson Durán Durán
Con un hermoso amanecer pintado de aamrillo, rojo y naranja, comenzó la jornada.
Bajamos hasta el muelle donde embarcamos en la lancha Eliana en compañía de funcionarios de la secretaría de Educación de Casanare.
Tras recorrer 45 minutos, disfrutando de la brisa, de la frescura y de los paisajes, divisamos la ruta escolar. Nicolás, que así fue bautizada la lancha, ya nos ha ganado y recogido los primeros dos niños.
La vereda Caracaro, a orillas del Meta, se inundó en junio de 2018, y por esa época las aguas casi se llevan la escuela, porque subió más de 12 metros el nivel acostumbrado, y tapó hasta los pupitres.
“Esa vez nos tocó llevar los niños pa’l pueblo”, contó Carlos Julio Darapo, habitante de la vereda y padre de tres muchachitos que van sagradamente a la escuela en la ruta escolar fluvial que paga la Gobernación de Casanare.
Luz Aldenis Rojas, una de las mamás beneficiadas por la ruta, dice que ella es muy buena para madrugar y que a los niños les gusta cuando llega la lancha escolar porque no quieren perderse un día de clase. “Es muy seguro el transporte y si no fuera así, no habría formas de llevarlos a estudiar”.
Luis Fernando Cardozo, motorista de la lancha Nicolás, encargado de transportar a 9 niños, lanza una carcajada de felicidad cuando asegura que a ellos les gusta montar en lancha: “como son de por aquí se sienten felices viendo la naturaleza. Hay veces que me dicen que me detenga que ellos quieren contemplar las toninas o los animalitos que se divisan a nuestro paso. Para ellos es un paseo”. Y claro, como no va a serlo si a las 6 y 30 de la mañana cuando los recogen, aún el cielo está amarillo y el sol se ve anaranjado.
La ruta es segura. “Es una gran ayuda para los papás”, dice Yilber Cardozo, concejal de Orocué, y quien además nos trasladó en su lancha Eliana durante el recorrido. “Eso sí hay que agradecerle al gobernador Salomón Sanabria. Los muchachitos van seguros, llevan sus chalecos y además van acompañados de un adulto que los ayuda a vigilar”.
“Yo los levanto a las 5. Ellos se bañan y luego echan una repasadita de unos 10 minutos a sus tareas. A las seis desayunan, porque a las seis y media pasa la ruta”, relata Norby Rojas, quien llegó a principios de este año a vivir a la vereda Caracaro, pues aquí se le facilita mandar sus niños a la escuela.
“Donde estaba no pasa ni siquiera un carro, porque es lejos del río y no hay carretera. Aquí tenemos la ventaja de la ruta. Yo los mando muy segura y confiada porque sé que mis niños vuelven a la casa sanos y contentos”, agrega.
La escuelita de Caracaro es pequeña pero acogedora. Está pintada de color naranja que combina con los amaneceres del río Meta. Tiene dos salones. En uno de ellos la profesora Nancy Jerónimo les dicta al tiempo clases a 9 niños de diferentes cursos. La escuela cuenta con una cancha de fútbol y la cocina donde una señora de la vereda les prepara el almuerzo contemplado en el PAE.
“Para hoy tenemos carnita, verduras, arrocito y un juguito de fruta natural”, cuenta mientras pela una cebolla cabezona que la hace llorar de felicidad, ya que su trabajo por los niños es lo que la mantiene con vida.
Felices en Caracaro
En la vereda son felices con la escuela y con los paisajes. No necesitan estar en las grandes poblaciones para conocer el mundo. Aquí aprenden de la naturaleza y saben que hay que conservarla. Los niños aprenden matemáticas al lado de la profesora Nancy, mientras van contando los árboles, los pájaros y sumando las bondades que les ofrece el paisaje.
“Son niños que crecen con muchos valores y que por fortuna tienen la oportunidad de venir a la escuela. Si no hubiera ruta me llegarían apenas dos niños que son los que viven cerquita y que llegan con sus propias paticas”, narra la profe Nancy.
Andrés Campo, director de Cobertura Educativa de la Secretaría de Educación de Casanare, les contó a los niños que había llegado hasta la vereda para constatar que se estuviera cumpliendo con la ruta fluvial. “Este proyecto viene desde el año pasado y tenemos 302 rutas de transporte de las cuales 14 son fluviales. Una de estas es la de aquí, la de Caracaro”.
Y para despedirse les entregó unos kits escolares donados por Secretaría de la Mujer y Geopark, y balones de fútbol y baloncesto. “Los necesitábamos para jugar en nuestros descansos y en clase de deportes”, respondió uno de los niños que sabe que en la vereda saltan, juegan, se comunican todavía con las palabras y con las manos y sostienen charlas personalizadas, ya que de celulares muy poco, pues la señal no llega a la vereda y las pocas personas que los tienen los usan “por ahí cuando van pa’l pueblo”.
Nos despedimos de los estudiantes, mientras veíamos en sus rostros sonrisas amables, tiernas y llenas de mucha sabiduría. Ellos saben que tienen la mayor riqueza del mundo: el estudio, la naturaleza y una ruta fluvial que los trae y lleva todos los días entre la vivienda y la escuela, y que hace que su recorrido ¡sea todo un paseo!
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